MALINAS

Relatos que descubren el ayer agitado de una ciudad hoy plácida y relajada

En las noches de otoño, los duendes de Malinas se reúnen a contar historias fantásticas en el Klapgat, el “rincón del chismorreo”, un pasadizo cubierto que recibió su nombre porque otrora la gente se cobijaba allí de la lluvia y aprovechaba para cuchichear, o viceversa. Uno de esos relatos afirma que alguna vez los barcos surcaron el río que atraviesa la ciudad atiborrando los muelles de sal, de avena, de pescado …, y juran que el Dijle supo ser tumultuoso y desbordante. Yo digo que es imposible, que ese cauce lánguido y encantador que espeja las añosas fachadas góticas y renacentistas de piedra y madera o el vanguardista Centro Lamot jamás pudo haber roto un plato o inundado una charca. Pero los duendes aseguran que nada era igual antes de la construcción de dos canales: el Lovaina- Dijle, hoy preciosa galería arbolada, que a mediados del XVIII privó a la ciudad de los ingresos por peaje de navegación e inició la decadencia; y el Afleidingsdijle, nacido a principios del siglo XX para domar el ímpetu de las aguas.

Los duendes de Malinas cambian en verano el Klapgat por los pórticos del Ayuntamiento, y recuerdan que un día de 1546, la caída de un rayo hizo estallar el polvorín de Zandpoort y calcinó buena parte de la villa. Yo apuesto que no puede ser, que la armoniosa arquitectura malinense, tan primorosamente restaurada que logra disimular la cantidad de centurias acumuladas en vigas y paredes, no admite destrucción ni interrupción alguna; y que las llamas a las que aluden sólo pueden ser el rojo y el amarillo de las banderolas que cuelgan de calles y plazas.

Después, en invierno, los duendes se guarecen en las callejuelas del Gran Beaterio para rememorar los agitados años de Margarita de Austria, cuando la ciudad fue sede de la Corte de Flandes y aquí se educaba el futuro Emperador Carlos V.

Yo sostengo que es imposible, que la calma que respira la villa viene de tan lejos que ni siquiera la Braderie, mercadillo de baratijas que dos veces al año se adueña de la calle Bruul, o los bulliciosos bares del Vismarkt pueden alterarla.

Por fin, al brotar la primavera, los duendes de Malinas se mudan a los bajos de la catedral de San Romualdo, desde donde oyen el sonido de las banderas flameando en la cima de la torre, y disfrutan contando que fue la misma Margarita quien ordenó instalar un carillón en ese campanario de 97,3 metros al que la falta de fondos en 1520 dejó sin remate pero le añadió originalidad. Yo subrayo que no puede ser, que esas melodías que transitan por Santa Katerina, se toman un chocolate en el Ijzerenleen, cruzan el puente Grootbrug y enfilan rumbo al Zoutwerf están allí desde el albor de los tiempos, que Malinas nació al son de esas notas que son parte esencial de su personalidad flamenca.

Y llego a la conclusión de que no hay que creer mucho en lo que dicen los duendes.

Rodolfo Chisleanschi


Malinas, a tan solo 25 Km. de Bruselas, fue la capital de los Países Bajos en la época de los duques de Borgoña. Hoy día es la capital eclesiástica de Bélgica, además de la ciudad de los carillones, los tapices y el curioso Museo del Juguete.

La Plaza Mayor está llena de edificios históricos con suntuosas fachadas. Está dominada por la estatua de Margarita de Austria, que gobernó la ciudad durante el periodo borgoñón. El edificio más imponente es el Ayuntamiento, situado en el antiguo Salón de los Tejidos. Muy cerca verás la Catedral de San Romualdo, cuya parte más destacada es su imponente torre, una de las más bellas de Flandes. Domina la ciudad desde sus 97 metros de altura y en ella se encuentran sus dos famosos carillones con 49 campanas. Malinas es, además, particularmente famosa por la escuela de carillón. Muchos concertistas de carillón del mundo entero han aprendido aquí los secretos de este difícil oficio.

La ciudad debe también su fama internacional al arte de confección de tapices. El taller De Wit es una buena prueba de ello. Innumerables obras de arte a lo largo de los siglos han dado fama sin fronteras a los tapiceros flamencos. Hoy en día, el taller hace honor a la tradición tejiendo nuevos tapices y restaurando los más antiguos. Una auténtica maravilla que vale la pena ver.

Otros puntos de interés de la ciudad son la iglesia de San Pedro y San Pablo, una antigua iglesia jesuita, la iglesia de San Juan (con admirables cuadros de Rubens), y la iglesia de Nuestra Señora de Dijle.

La torre de San Romualdo es reconocida por la UNESCO como patrimonio del mundo. Para ascender a ella hay que subir más de 500 peldaños pero por el camino descubrirás los secretos del campanario. Arriba te espera un precioso panorama que hará que el esfuerzo haya merecido la pena. Para más información: www.torredemalinas.be

Tampoco deberías perderte el Museo del Juguete, con una colección permanente y exposiciones temporales, ni el parque zoológico de Planckendael, ideal para visitar en familia. A este parque, de 40.000 hectáreas, podrás acceder en barco saliendo de Malinas (el embarcadero se encuentra detrás de la Estación Central). Cuenta con numerosos mamíferos, aves de todo tipo, un pueblo africano, una isla de chimpancés, un "continente australiano", y un sinfín de atractivos más.

Y antes de marcharte de Malinas, no te olvides de tomarte una Carolus, la cerveza típica del lugar. ¡Buen provecho!

Locas pinturas y un banquete renacentista

En Malinas se pueden encontrar extrañas obras de pintores del S. XVI en un edificio histórico, que en su día fue habitado por la suegra de Pieter Bruegel.

Het Zotte Kunstkabinet, la colección loca de arte, es el nombre de este museo, inspirado en el tema satírico y moralista de sus obras. A través de la observación de las pinturas originales del periodo entre 1500 y 1650, el visitante encontrará en su paseo numerosas criaturas monstruosas y personajes de lo más extraño.Después de la visita podrá apreciar la reconstrucción de un impresionante banquete renacentista. Y tras haber disfrutado de las sensaciones visuales, cabe la posibilidad de probar pequeños platos basados en recetas del siglo XVI. Al final del banquete, cada comensal recibe la descricpción de las recetas orginales. ¡Toda una sorpresa! www.vliegendpeert.be  



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